Amor, conciencia y abstracción de la acción potencial
Nota por GATO CAZADOR
Domingo 24 Julio del 2022
Lugar: Arte Abierto, CDMX
Exposición: “Things We Do for Love” por el artista Erick Meyenberg
Referencias:
- Psicología del color. Eva Heller. Capítulos “AZUL” y “ROJO”
- Other minds, the octopus, the sea, and the Deep origins of consciouness. Peter Godfrey.
Banda sonora interna:
- Part III, crumb
- Locket, crumb
PARTE 2
Entro a una recamara completamente obscura, y con un calzado resbaladizo me hace pensar que en caso de estar consciente probablemente me hubiera caído y lastimado.
Tras dar unos pasos y fingir ubicación, empecé a ver destellos de luz, luz artificial. En unas pantallas puestas de forma semi-simétricas, aproximadamente 6, lo primero que observo de esta obra es lo audiovisual un video de un crisantemo blanco en unas tumbas asiáticas (supongo).
Contemplativo y sin fuerzas, me siento en el suelo con ganas de apreciar las pantallas, observo que enfrente hay esculturas, trozos naturalizados artificialmente y con cierta pigmentación roja. Rojo es amor, los cigarros que fumo vienen en cajas rojas. El video tiene una composición musical que me nubla y hace olvidar la perspectiva de la vida que tomo.
Me doy cuenta de que intento ver todas las pantallas al mismo tiempo. No estoy en mi, estoy en la perspectiva de alguien más.
¿Acaso esto es al amor: la perspectiva incompleta y difusa forzada por querer estar?
Perspectivas de colores amarillos, gracias a que la sala tenía 2 pantallas unidas, y esa unión en cada esquina, podría percibir ese contraste positivo y negativo que el amarillo podía dar. Un amarillo intenso y solido que penetra en la humanidad esa riqueza y luz, en su contraste con la pantalla continuo con el video, ese amarillo pertenece al fondo de una pared que en el enfoque del video aparecía tablitas con símbolos de escritura japonesa. Haciendo evocación a la sensación de fragilidad, de algo destruido. Dar atención, ese contraste es el símbolo de atención.
El amor son señales, es estar prestando atención. No es mi pensamiento, es mi despojo en la perspectiva de lo que se transmite en la sala.
Olas de mar estallando contrastes de azules y blancos. Esculturas de cerámica japonesa. Rojos en las esculturas. Humanos contemplativos dentro de la perspectiva del artista.
Humanos con alegría con cansancio, con un trance de tranquilidad en una posición que a pocos podría dar tranquilidad. Aparece un gato. Vuelvo en mi mismo. Quiero ver la otra perspectiva y me levanto para sentarme a lado opuesto de donde estaba, aprecio el universo y la contemplación que se produce por la noche estrellada que en algún lugar de japón. Desearía que esa noche pudiera abrigarme y hacerme parte de ella.
Los azules lo rellenan todo. El azul da referencia a fantasía, esa parte cósmica que en un momento sentimos todos, en que todos pertenecemos.
El amor es una fantasía. El amor es olvidar, fingir una fantasía que haga posible lo imposible. Recrear tus partes temporales sin la existencia de lo que el amor significó para ti.
De esa libertad azul que provee el cielo y lo celestial. Pues lo infinito es lo eterno y humanamente lo eterno tiene tintes celestiales.
Gato Cazador
PARTE 1
Siendo yo un denominado filosofo mezquino, me enfrento a la soledad voluntaria de mi alma, en un viernes saliendo temprano de mis labores de oficinista (“privilegios de godín”, pienso).
Justo en la calma breve que nos provee ser consumidores autómatas, me pregunto que haré el fin de semana, más allá de mi rutina de adulto semi-responsable (lavar ropa, cocinar, etc.). Dentro de ese inconsciente que me hace entrar a googlear “fin de semana cdmx”. Los resultados son monótonos a cualquier búsqueda que siempre se haga independiente del momento en que se haga. SALIR. Acompañado, a conocer gente, a socializar, a comer, bailar, visitar museos, exposiciones, tours, etc. Realmente nada me atrae. “Problema de un género fluido”, me argumento para apartar mi apatía por salir y llenarme de nostalgia.
Ya por la noche. Entre comparaciones de mi persona y de mis desvirtudes, contra la sociedad, me armo de valor para revisar las exposiciones. Entre los efectos depresores de mi sistema nervioso haciéndome sentir un absurdo insaciable, resalta a mis ojos las letras incandescentes “LOVE”.
¿Qué es el amor? ¿Es algo inherente de los humanos? ¿En mi vida lo he conocido?
Me abruman las preguntas en mi cabeza, estoy tan cerrado en que todo es un absurdo sobre la vida, que las preguntas luchan contra mi premisa pesimista.
Hasta que, inhibido por la saturación de humo en mis pulmones, me atrevo a leer la descripción. Me resaltan las palabras “audiovisual”, “artística”, “composición”. Casi de forma automática me pongo a relacionar la psicología del color, conforme mi experiencia personal con lo que muchas veces me discuto sobre el amor.
Es domingo, estuve un día noqueado.
Son las 7 de la mañana intento creer que no es un absurdo y hago el esfuerzo por rellanar mi cerebro con serotonina dirigiéndome a correr a ese bosque mágico (con ese recuerdo ajeno de una caminata tranquila hablando con una madre). Funciona. ¿Soy feliz? Explota mi interior rezumando en lagrimas y sudor.
Estoy recién aseado o semi-aseado. ¿Qué es la suciedad? ¿Tan ignorante soy que tengo que preguntarme que es la suciedad?
Tengo cosas que hacer, tengo que identificar colores, al menos el rojo (sicológicamente es el que se asocia con el amor y el odio). Ya terminando el segundo desayuno me dispongo a disociarme hasta sentir esa paz y una sequedad de descontento social. Estoy bien. Me agrada mi persona.
Gracias al estado en que me encuentro me dispongo a viajar mientras leo “Other minds”, ¿Conciencia es igual al sistema nervioso? Bajo de un uber en la entrada del metro. Mucha gente, pero no esta atiborrado. Hasta este punto me doy cuenta de que no se como llegar al lugar, igual no tiene complicación más que buscar en el dios del internet. Fácil… Excepto que me haré en transporte más de una hora. Más tiempo para leer.
Me siento reseco, hubiera fumado aún más para tener ese agobio casi convertido en euforia disonante. Me recuerda a una persona el nombre de la exposición (Things We Do for Love), también me recuerda a una joven artista. Sin distinguir si son soliloquios en mi cabeza, mantengo conversaciones de deseos sobre esa exposición, una voluntad que obedece a la distancia absurda, como para poder ir. Y la otra voluntad obedece al debate de preferencias.
Finalmente me reencuentro en mi mismo. He tenido que transbordar y posteriormente tomar un taxi.
Cansado de mis pensamientos, me imagino que mi cerebro sigue muy activo. En la necesidad de calmarlo rompo mi promesa de dejar el cigarro (la cual duro 2 días). Compro una cajetilla y pregunto al tiendero donde estoy y como llego a donde quiero ir.
He arribado, una plaza gigante, no apta para el consumo de clases sociales diferentes a la “alta”. Intento borrar de mi cabeza ese dogma económico.
Me encuentro sediento y saco la cajetilla. Aún se puede explotar más la sensación de agobio por la supresión de neurotransmisores.
Ya indistinto de mi existencia me hago la necesidad de encajar dentro del expositor…